Sosh recordaba la primera vez que había puesto los pies en Estados Unidos.

Sosh había llegado de la Unión Soviética poco después que nosotros.

Alekséi Kokorov había trabajado de escolta para Sosh desde que yo podía recordar.

Casi me lo esperaba después de mi primera conversación con Sosh.

Kokorov había acabado siendo leal a Sosh y Sosh le tenía en nómina.

Alekséi, el viejo amigo de Sosh, me esperaba frente al ascensor.

Era breve y simple y Sosh no estaba seguro de qué hacer con él.

Sosh y él no se caían bien, pero el vínculo existía de todos modos.

Como si me leyera el pensamiento, Sosh me miró a los ojos y dijo:

Kokorov, un hombre con el que Sosh no congeniaba especialmente, también se había ido.

Sosh sacudió la cabeza y se acercó a la ventana.

Pondría al tío Sosh y a todos sus ex colegas del KGB a buscarla.

El tío Sosh no perdía mucho tiempo en conversaciones banales.

Sosh me miró a los ojos, pero no dije nada.

El tío Sosh estaba a pocos pasos de la puerta.

Alekséi hizo un gesto despreciativo en dirección a Sosh.