Los perros llegaban con alegre zalagarda, y la Madre Cruces creyó reconocerlos.
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Lo que no se imaginan es qué tipo de zalagarda les hemos preparado.
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El patio del prostíbulo, cercado de calaminas, era una sola zalagarda de gorjeos.
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El recuerdo de la zalagarda hacía sonreír a Candelario.
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Hasta el mismo sargento malparado confesó que todo fue broma y zalagarda de algunos presos.
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No quiero pintar la grita y la zalagarda que en aquella bendita casa se armó.
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Rousseau, por su parte, no veía ningún motivo para armar tal zalagarda con ocasión del terremoto.
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La noche encubre un mundo de agitación y zalagarda que no nos es dado descubrir y conocer.
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Se oyó la zalagarda de los perros.
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Ella no tenía nada en común con esas prostitutas repugnantes que utilizan su cuerpo como una vulgar zalagarda.
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Esa era la taimada zalagarda que los espartanos habían ideado para recibir a las mejores tropas del Rey de Reyes.
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Me precedió en la entrada, pues en la astuta zalagarda que habíamos urdido él era mi traductor y yo el emisario.
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Al Compás de los Verdes llegaba un confuso ventalle de voces y bramas, encabritados relinchos, carreras, tropeles y zalagarda de cencerros.
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Alegrábase el camino con la zalagarda de los perros y el relincho de los caballos, que los mozos de cuadra traían del diestro.
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El Marqués de Bradomín descargó la escopeta sobre el remontado vuelo de unos estorninos, y los perros sacudieron su espanto corriendo con alegre zalagarda.
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Los pantalones colorados perseguidos por la zalagarda de los perros, el gruñido de los marranos y el rebuzno de los asnos escapaban trasponiendo las bardas.