Eran todas sus actitudes y ademanes como de hombre rendido y exánime.

Por Silvina Friera El hombre rendido a las plantas de una mujer.

Era un hombre rendido a su equivocación, a su propia ruina.

Ahora no es un asesino, es un hombre rendido a ella.

Vio a un hombre rendido en una silla ocultando su rostro entre las manos.

Se quedó así, inerte, como un hombre rendido de fatiga.

Parece un hombre rendido tras diez horas de trabajo.

Se echó hacia atrás en su sillón al principio, y habló como un hombre rendido.

Urrea se arrojó en una silla, abatiendo sus brazos como un hombre rendido de luchar.

Era un hombre rendido, gritando que quería entregarse, pero se le ejecutó de todas maneras.

Salida del sol: el hombre rendido de cansancio.

Sus gestos eran los de un hombre rendido.

Este hombre rendido era una de ellas.

Era un hombre rendido, entregado por completo al amor de la mujer que tenía entre los brazos.

Últimamente se levantó y abandonó la sala de aparatos, con él aspecto de un hombre rendido de cansancio.

Un hombre rendido ante una mujer.