Le gustaba imaginar sus vidas, comparar sus gestos, sus caras y sus ropas.

Ahora que conocía sus nombres, comenzó a imaginar sus vidas.

Mira a la gente y trata de imaginar sus vidas.

Todo eso le hacía sentirse aún peor al imaginar sus vidas cuando tuviesen que enfrentarse al mundo exterior.

Pensé entonces en Claudia y también en Raúl y en Magali; imaginé o intenté imaginar sus vidas, sus destinos.

Jugaba a imaginar sus vidas, a inventar su profesión y a predecir lo que sentían por su estado de ánimo.

Cuando la gente se sentaba a las mesas o en las sillas de aquellas silenciosas estancias, le resultaba imposible no imaginar sus vidas.

Estoy generalizando y qué terrible generalizar, pero así imagino sus vidas.

Miraba sus caras, imaginaba sus vidas y siempre pensaba lo mismo.

Jasmina significaba todo para ellos y no se imaginaba sus vidas sin aquella bendición.

No imagina sus vidas, no se pregunta nada.

Los hermanos habían imaginado sus vidas de sospechosos, de sospechosos cuasi inocentes, más miserables de lo que fueron.

En la universidad, durante las clases aburridas, miraba mucho a las estudiantes, examinaba sus perfiles e imaginaba sus vidas.

Imaginó sus vidas cambiadas.

Contó a los policías y a los hombres que bajaron de unos confortables coches del servicio social, imaginó sus vidas y los envidió.

Iba de compras, a museos y exposiciones, se sentaba en un banco a leer el periódico, miraba a la gente y se imaginaba sus vidas.