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Esta respuesta, que nos transmite Ben Alcama, tiene también su equivalente en las palabras del viejo poema (verso 672).
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Todos corrían en cualquier dirección; aquello fue locura de espanto, dice Ben Alcama; los muslimes ya no peleaban, no hacían sino huir.
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Podía sentirse confiado en su fuerza, seguro de su reconocida superioridad sobre cuantos hombres de armas había en aquel tiempo, como expresa Ben Alcama.
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"La voluntad divina -diceBen Alcama- decidió que la formación cerrada en que el Cid mantenía su ejército hiciese a los muslimes retroceder".