Estiréme de cuello, comencé a hinchar la barriga y atiesar las piernas.

Y la aplicación local de jabón más bien contribuía a atiesar la huella.

No hubo necesidad de atiesar ni de aflojar una sola escota.

Tenía motivos para atiesar la nuca.

Aquello me hizo atiesar las orejas.

Después obedecieron y se pusieron a bracear ligeramente las vergas, a atiesar las escotas, y la goleta recobró su velocidad.

Hice una pelota con la tarjeta, la volví a atiesar y luego la rompí, formé con los pedazos otra bola y la tiré al río.

David ya tenía una esposa, que era de la ciudad de Atiesar.