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Apagó el candelabro porque podía ver el camino sin necesidad de luz.
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El candelabro emite secreta energía al convertirse sus brazos en altas antorchas.
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Luego tuvo dificultades con el candelabro; y Brooks se adelantó para sostenerlo.
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Sonriendo, éste señaló el candelabro que se encontraba igualmente a su izquierda:
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Escuchó, ansiosa; luego encontró por fin un candelabro para alumbrar aquel lugar.
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Algunos aplaudieron esta decisión de mantenerse apartado del candelero por considerarla atrevida.
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Ahora en cambio están en el candelero y son motivo de escrutinio.
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Como puede notarse, yo estaba bastante en el candelero en múltiples ocasiones.
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En realidad, fue un poco como volver al candelero, estoy de acuerdo.
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Tenían forma de candelero en espiral y se ensanchaban en la base.
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Hasta aquel día, cuando el joven hachero se había detenido ante él.
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Algunos de los guerreros drenai saltaron al trirreme para unirse al hachero.
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El sacerdote lo había saludado y se había sentado frente al hachero.
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A la luz de las llamas, el hachero vio que era Bodasen.
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Cuando el hachero se acercó, a Ulric se le aceleró el pulso.
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El cirial y un barreño con agua casi helada completaban el mobiliario.
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Disponía para ello de un guaje cirial grande, con suficiente capacidad.
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La figura cirial del tullido se removió en el hogar, alargando el busto amarillo:
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Y don Jeromillo, trastornado, derribó un cirial.
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Más allá de los asientos, había un cirial de ofrendas, y, destacando sobre el resplandor de éstas, una silueta.
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Venía del fondo tenebrario, la voz lamentosa, con amplificación de difusas resonancias.
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En concreto, el excepcional tenebrario de veintiuna velas que representaba una singular parra.
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Humildes, inmóviles en el trozo de tarde, lucen los quince cirios del tenebrario.
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Aunque receloso, Grieg se levantó y se dirigió hacia el tenebrario.
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La religiosa encendió únicamente la vela superior del tenebrario, y oró durante unos minutos.
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Se trataba de un atezado tenebrario, de artística forja, que representaba la forma de las ramas de una parra.
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Sobre ella, un tenebrario con dos velas, dos resplandores amarillos que se perdían en la negrura de la estancia.
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Quedaban cirios, lo menos seis cirios, pero en trozos y verdes, de tenebrario, de los que se encienden contra las tormentas.
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La religiosa, completamente embargada por la emoción, salió del confesionario y se dirigió hacia el tenebrario, cuya vela blanca permanecía encendida.
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Apagada por la mano negra la última de las velas del tenebrario, concluyen las tinieblas con el sonido de una matraca.
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Abrió sin ninguna dificultad la puerta del túmulo y se detuvo delante del tenebrario tras volver a cerrar la puerta de nuevo.
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Quiero morir y busco las sugestiones lúgubres, y a mi lado arde constantemente este tenebrario, antes escondido en un desván de la casa.
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Subió la escalera hasta el cuarto piso, buscó el número de la habitación casi a tientas y entró en el tenebrario de su sepultura.
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La señorita Bunce tenía lágrimas en los ojos cuando Jesús clamó a Dios, y los cirios en el tenebrario fueron sofocados en rápida sucesión.
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Se veían apagarse lentamente los "quiquiriquís", con la misma liturgia que las velas en el tenebrario durante las tinieblas del Jueves de Pasión.
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La cera que iba goteando de aquella vela hubiese ido apagando la totalidad de las veinte velas restantes del tenebrario si ella las hubiese encendido.