Un renacimiento espiritual capaz de humanizar y animalizar a la vez.
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Una potente historia, marcada por los celos y la codicia, dos de los sentimientos más irracionales y poderosos, capaces de animalizar a cualquier individuo.
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El ser humano se animaliza cuando crecen las carencias y los problemas.
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En un sentido, podemos pensar que sin la lectura el náufrago se animaliza.
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Y pensó al mismo tiempo que la soledad animaliza al hombre.
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Algunas de estas bestias solo personificaban (o animalizaban) antiguos miedos y supersticiones.
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Ese andar siempre a caballo lo animalizaba y hermoseaba más.
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El moblaje antiguo era incómodo y torturante; y animalizaba mi erotismo, cargándolo de agresividad e impaciencia.
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Todavía no se animalizó lo suficiente, se dice.
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La prisión termina animalizando y disminuye la afectividad, por lo menos en algunas de sus facetas.
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Y a su evocación, los mármoles se animalizan, la muerte se vivifica, el mundo se despliega.
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Donde nos animalizamos es en las ciudades.
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Pero los Lunares no se han animalizado.
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En la medida en que abandonemos ese crecimiento espiritual, nos animalizamos y estaremos condenándonos como especie a desaparecer.
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Y ese sentimiento luce más cuando, ya francamente, se le humaniza o, por lo menos, se le animaliza.