El buen utopista se compromete consigo mismo a ser primero un inexorable realista.

Como buen utopista, lo usó para ilustrar sus ideas sobre la sociedad, la historia y el progreso, que no eran precisamente optimistas.

Digo esto, porque la característica esencial del buen utopista al oponerse radicalmente a la naturaleza es contar con ella y no hacerse ilusiones.

Como somos buenos utopistas, nuestros deseos se adelantan a las recomendaciones oficiales.

Y al mismo tiempo estamos ejercitando nuestras mentes, como buenos utopistas, con una argumentación acerca de la naturaleza del ocio.