1Tebaldo Visconti apartó la bujeta que ocultaba parcialmente su rostro.
2Finalmente, no dejó cosa que no la descubrió; que visto por Beatriz, dándole la bujeta del licor, al punto quedó sano.
3La colgadura de la hornacina, el estante, la bujeta de perfume, el cofre, el cenicero y los demás enseres brillaban flamantes.
4No hacía ni dos semanas que había visto la carta por última vez, cuando guardó los documentos en la bujeta de los papeles.
5Dio la vuelta a la careta y se la ofreció al magistrado; éste la tomó y olió la bujeta de perfume que llevaba prendida.
6El papa salió de debajo de la toldilla y levantó los brazos para responder a los vivas de los marinos, sin soltar la bujeta.
7Entonces la hermosa doncella le sacó dos bujetas, una de hierro y otra de plata, y mostrándoselas a don Galaor, le dijo: