Pensamos que el caballereteapocado sufriría un ataque de apoplejía, consecuencia del violento rubor que cubrió su rostro después de aquella catástrofe.
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Si el caballereteapocado tropieza de pronto, al doblar una esquina, con dos o tres señoritas conocidas suyas, nada supera su confusión y agitación.
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A los caballeretesapocados hay que curarlos o evitarlos.