Dependería de la velocidad exacta del rayo y del grosor de los fotoelectrones.
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Hace mucho tiempo se intentó impulsar nuestros buques siderales con un chorro de fotoelectrones.
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Deben tratarse de una columna de fotoelectrones muy densa, que avanza dotada de tremenda velocidad.
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Esta presión, naturalmente, es causada por el choque de los fotoelectrones sobre la superficie que iluminan.
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Aun en este caso, los fotoelectrones, por ser tan diminutos, no sobrepasarían el tamaño de granos de sal.
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La teoría de Planck concordaba espléndidamente con el espectro del cuerpo negro, la de Einstein con las mediciones detalladas de los fotoelectrones.
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Pero el experimento demostró que, aunque se aumentase cien veces la intensidad de la luz, los fotoelectrones eran emitidos exactamente con la misma velocidad.
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Para frecuencias más altas, la energía de los fotoelectrones aumenta en proporción directa a la diferencia de la frecuencia empleada y los umbrales de frecuencia.