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Siempre me fue difícil narrar en primera persona mis recuerdos de la guerra partisana.
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Kim Il Sung podía recurrir a una guerra partisana lanzada desde sus bases en Manchuria.
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La guerra partisana era un recuerdo desvaído.
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Un grande de la escalada, solo la prisión en Alemania le impidió estar en la guerra partisana.
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Centros de investigación científica clandestinos desarrollaban medios especiales para la guerra partisana: equipamiento, armamento, sistemas de comunicación, etc.
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Además, la guerra partisana antisoviética prosiguió durante el período de la Guerra Fría, y la historia sigue siendo turbia.
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Esa otra cosa, en mis preocupaciones de entonces, era una definición de lo que había sido la guerra partisana.
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Ellos me contaban episodios de la guerra partisana, las torturas, los sufrimientos, muchos de ellos habían estado internados en Matthausen.
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A principios de mayo participamos en el gran desfile en Milán, y aquél fue prácticamente el último acto de nuestra guerra partisana.
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Mis primeros relatos y mi primera novela trataban de la guerra partisana: era un mundo pintoresco, lleno de aventuras, donde se entremezclaban alegría y tragedia.
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La relación entre el personaje del niño Pin y la guerra partisana correspondía simbólicamente a la relación que descubrí tener yo con la guerra partisana.