La Tierra ha disfrutado de un sistema propioceptor durante milenios, desde mucho antes de que los humanos evolucionaran.
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Gaia, la Tierra fisiológicamente regulada, disfrutaba de comunicaciones propioceptoras globales mucho antes de que nosotros evolucionáramos.
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Nuestros propioceptores nos informan constantemente de que estamos de pie, inclinando la cabeza, entrecerrando los ojos o apretando los puños.
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La ciencia ficción es un ser con cuernos, de grandes músculos, que lleva sobre el cráneo un montón de antenas erizadas y de propioceptores.
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Los propioceptores no trabajan como sistemas sensoriales para la información de fuera, sobre otros o sobre el entorno, sino para la de dentro del cuerpo.