España debe evitar una guerra que puede salpicar más allá del Sáhara.
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Una alarma saltó y el sistema contra incendios empezó a salpicar agua.
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Bolitho se inclinó hacia delante; había oído el salpicar de los remos.
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Cualquier error de cálculo les puede salpicar, sobre todo a los vecinos.
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Sería una traición a su propia vida dejarse salpicar por lo ocurrido.
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El condenado comenzó a motear; sabía que esta vez no habría indulto.
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Usaría la terrasangre para motear su capa, sus mejillas y su frente.
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Las diminutas gotas de llovizna empezaron a motear la pulida superficie del cuchillo.
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Mientras esperábamos, unas gotas de lluvia empezaron a motear las gafas de Peter.
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El rojo empezó a motear de nuevo la cara de Dundy.
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Escribir a casa sería como jaspear aquel inmenso vacío, un grito que desfigura el silencio.
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La impaciencia comenzaba a jaspear su aura.
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Las personas eran motas que jaspeaban los límites de la estructura, huyendo despavoridas.
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Desafié a la debilidad que me jaspeaba la piel con carne de gallina.
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Las sombras jaspeaban cada vez más su espalda conforme avanzaba deslizándose.
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El oscuro río se precipitaba entre un irisar de plata.
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La luz solar se irisaba en el plexiglás pulido de la carlinga.
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De formas gráciles, levemente bronceada, su piel se irisaba en tonos cárdenos.
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Caminaron entre los árboles del invierno, y el sol irisaba la vegetación.
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La luz irisaba las largas estalactitas de hielo que pendían del tejado.
Uso de vetear em espanhol
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Pinceladas violetas parecían vetear con pintura húmeda de color púrpura la neblina brillante.
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Chorros de color pardo y azul corrían hacia abajo tras vetear paredes como si fueran rayos líquidos.
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Mezclé los tres líquidos que los encuadernadores emplean para vetear las tapas de piel de becerro y que, cuando fermentan, adquieren un tono marrón oscuro.
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Lágrimas de furia veteaban sus mejillas mientras dirigía la Zodiac hacia Zero.
5
El cielo se veteaba de nubes oscuras, como ya resultaba ser costumbre.
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Veteaban sus músculos unas venas más gruesas que los brazos de Teia.
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Un amanecer púrpura veteaba el cielo sobre las callejuelas del East End.
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Sí, esa era la piedra que veteaba la oscura piel de ónix.
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Al oeste, los haces rojos de las balas trazadoras veteaban el cielo.
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Las canas veteaban su pelo, que llevaba recogido en un elegante moño.
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Los restos fundidos de escorpiones y ciempiés veteaban el vidrio de negro.
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Llovía otra vez; la cabellera esparcida se le veteaba de humedad.
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Mientras aterrizábamos en la madrugada africana, hilos de nubes altas veteaban el cielo.
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La luna nos iluminaba y una luz plateada veteaba la moqueta.
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Estrías de un rojo intenso y de un azul luminoso veteaban las paredes.
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Las sombras de las hojas de mi Árbol le veteaban el hermoso rostro.