1Seguramente esa era su forma de recompensarme por haber denunciado a Vulpes.
2Vulpes sentada frente a mí, con sus manos también sobre la mesa.
3Vulpes guardó un perfecto silencio, aunque los golpes prosiguieron a intervalos regulares.
4Pero la semilla de Vulpes había arraigado con fuerza en mis entrañas.
5Murieron casi todos los hombres de Vulpes y muchos de los prisioneros.
6Toda esa inestabilidad política repercutió en las idas y venidas de Vulpes.
7Vulpes se quedó mirándome durante un segundo y luego guardó el machete.
8Entonces Vulpes cogió las muestras, las metió en una alforja y desapareció.
9Desde el primer instante supe que Vulpes me convertiría en su amante.
10Madame Vulpes, o más bien uno de sus espíritus, me lo contó.
11Vulpes, o más bien uno de sus espíritus, me lo contó todo.
12Y algunas de las armas que llevaba Vulpes no eran españolas, sino francesas.
13Le enseñaron el atado de cuero a Vulpes y lo reconoció de inmediato.
14El rostro de Vulpes expresaba una placidez rayana en la locura.
15Vulpes me recordaba a mi padre, sobre todo en esos momentos.
16Vulpes conociera siquiera el nombre del gran padre de la microscopía.