Para andar por la nieve con una cierta seguridad hay que ahincar el tacón en ella.

Luego, a cosa de un breve trecho, el automóvil logró ahincar sus ruedas a tierra y frenar.

Ante ellos, siempre la mirada baja y sin ahincar los ojos en ninguno, aunque sea pariente o hermano.

Busqué los libros en mi corta estancia con ahincó solícito y prolijo.

Por supuesto, las penurias de dinero se ahincaban en el indefenso.

La Falange le caía bien porque ahincaba en la entraña de la raza.

Y agarrándose a los brazos de él, ahincando sus ojos en los de Aleck, clamó:

Todos los proyectiles, o casi todos, se ahincaron en las anchas espaldas del rubio Blake.

Ahincaba la totalidad de un globo de carne.

Mervyn Aldrich le ahincó firmemente el brazo.

Se ahincaba en la labor.

No sabía por qué se ahincaba en este convencimiento, pero supo que, tras él, quedaba en paz consigo mismo.

Ahincado en la arena lo mismo que un menhir, nadie consiguió desplazarme una pulgada y gané las tres veces.

Pero a esta ironía cínica respondía el carácter con nuevas precauciones, ahincando el ímpetu para cumplir las etapas sin desmayar.

Sin responder, la anciana empujó desesperadamente la puerta, ahincando todo su cuerpo con una contracción que llenaba su rostro de arrugas.

La reina quisiera que primero llegaran donde estaba el rey su marido, mas ellos la ahincaron tanto que lo hubo de otorgar.