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En 1930, los nuevos gobernantes cambiaron las disposiciones, al ser nacionalistas y antibritánicos.
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Los demócratas republicanos, liberales y con base en los granjeros, eran antibritánicos y profranceses.
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Se volvieron progresiva y agresivamente antibritánicos, y crecientemente truculentos hacia sus vecinos franceses y balcánicos.
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Bajo aquel exterior apolítico, de funcionario colaborador, latían los viejos temores, prejuicios y supersticiones antibritánicos.
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Su profranquismo solo era comparable a sus sentimientos antibritánicos.
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Entre todos los altos mandos del ejército americano, decía Law, los sentimientos antibritánicos eran muy intensos.
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La hostilidad era una cuestión de grupos antibritánicos de las ciudades y de la clase acomodada rural.
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Las consideraciones personales que aparecen en sus artículos antibritánicos revelan que Crowley seguía teniendo mentalidad de escolar:
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Tuvo tal éxito que cuando algunos indios antibritánicos lo secuestraron, los colonos lanzaron una expedición militar para rescatarlo.
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La oposición, principalmente rural, podía más fácilmente mantener los sentimientos antibritánicos del pasado y, por ende, tendía a ser profrancesa.
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Estas películas son, en verdad, productos de los servicios de propaganda de Goebbels destinados a encender los sentimientos antibritánicos y antiamericanos.
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Y al pasar ante una mezquita, oyeron claramente las oraciones de dentro, entremezcladas con las salmodias del vocerío y los chillidos antibritánicos.
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Los sentimientos antibritánicos de la época fueron apoyados con entusiasmo por los inmigrantes irlandeses, que habían afluido a Estados Unidos desde hacía décadas.
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Violentos panfletos antibritánicos aparecieron en los Estados Unidos, y ambas Cámaras del Congreso aprobaron por unanimidad resoluciones urgiendo a Gran Bretaña a someterse al arbitraje.
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Entre los norteños, ahora rabiosamente antibritánicos por los problemas de Canadá, esta consideración tenía mayor peso que el riesgo de fortalecer a los Estados esclavistas.
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Para que la cosa no parezca una antología de relatos antibritánicos, Clarke cita también a dos distinguidos científicos norteamericanos sobre el tema de los aeroplanos.