En el centro vio Bazancourt un gran lecho bajo un baldaquinodeseda rosa.
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El monarca levantó a su hija inmóvil y la sentó en una silla recubierta de terciopelo bajo un baldaquinodeseda.
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Apretujados en el estrecho asiento con baldaquinodeseda lleno de borlas y drapeados, alumbrados por una mortecina y romántica luz rosada, comenzaron a navegar.
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Las tribunas aparecían cubiertas de tapices, alfombradas de flores; habíanse instalado baldaquinosdeseda roja sobre los asientos de los espectadores de más categoría.