Pero no es menos vigoroso su buido escepticismo.

Había muerto el de la fotografía: el toro bravo del tiempo, negro y buido, lo mató.

Había buido de paradoja en paradoja.

Más que vérsele se le adivinaba buido y filiforme, cortando el mar con el pronunciado filo de su espolón.

Es un trabajo muy buido.

La esgrimí como puñal buido.

Un abate, de ingenio buido, me había enseñado a esculpir en un latín capcioso las demasías de la depravación.

Adelantó el perfil buido hacia la lumbrera y su sombra recortó en la pared una movediza cabeza de gerifalte.

El indio, con los ojos pegados a la tierra, iba registrando ésta hasta que alcanzó el buido camino seguido por los fugitivos.

Despertándole de sus inquietudes, que en falanges de hielo le penetraban la médula, un dolor, buido, agudo, finísimo, le trajo a su pavorosa realidad.

En este inapreciable comentario, que recuerda a Grant su cometido, se ve de nuevo el hombre sagaz y cauteloso, que jamás abandona su buido humorismo.

Respondióme que en todo decían verdad, sino en la daga, porque no fue daga, ni pequeña, sino un puñal buido, más agudo que una lezna.

El agua era cada vez más fría, más buida, más penetrante.

Aquella mirada del gorrón rencoroso, buida como un alfiler, me había dejado destemplado.

Don Ricardo las miraba con una sonrisa buida bajo la barbita.

Su mirada buida recorría mi rostro, que yo percibía como duro.