Sobre la tierra turbia y caótica, una tapia rosada parecía no hospedar luz de luna, sino efundir luz íntima.
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Y era todo un manar de seres alados, salpicar de cisnes, regar de trompas de elefantes nilíacos, efundir de ánforas alabastrinas, desvenarse de cornucopias.
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Efundimos aún más los hombros y reajustamos los pañuelos sobre nuestras caras.
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El marqués se le acerca, efundiendo un agrio tufo de vino.
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Ahora también este cendal sutil se alzó y ante Dama Esha quedó solo la Presencia firme de un algo inexpresable, efundiendo calma y certidumbre.