Pero abordó el tema con Enriqueta en cuanto tuvo la primera ocasión.

Enriqueta no existe ya; esto no es un juego; ya lo sabréis.

Puesto el asunto en este terreno, Enriqueta cobró un poco de confianza.

Pero y aquellos dos mil francos que Enriqueta recibía cada año, ¿no

Aunque nunca le había prestado gran atención, claro estaba, hallándose presente Enriqueta.

Enriqueta admiró por un momento aquella incredulidad sublime; luego, encogiéndose de hombros:

Una tarde Clem paseaba con Enriqueta por la muralla de la población.

La señora de Mortsauf no era más que Enriqueta a su vista.

Y como Enriqueta, medio avergonzada, hablase de la detención del señor Fouchard:

Enriqueta le acompañaba, aunque no comprendía los motivos de tan rápida marcha.

Enriqueta se estremeció al oír estas palabras que le parecieron excesivamente crueles.

Enriqueta lloraba al oír expresarse de tal modo a su antiguo amante.

Da las gracias a Enriqueta que me ha acompañado, llenándome de atenciones.

Enriqueta agarró fácilmente a la urraca, pues ésta aún no podía volar.

Ésta y Enriqueta eran dos destellos de luz de la florida California.

No sentía compasión por sí misma y tampoco por Enriqueta ni Paula.