El eco del túnel daba a su voz una extraña sonoridad metálica.

Su voz resonaba con extraña sonoridad en la espaciosa sala callada.

Las cáscaras al romperse y su hermana al masticar también tenían una extraña sonoridad.

Pronto todo el mundo del rock admiraría también aquella extraña sonoridad que resultaba una vívida experiencia.

Eso explicaría que nadie hubiera bautizado jamás a su hijo con aquel nombre de extraña sonoridad.

Lugares lejanos con nombres de extraña sonoridad.

Su caída determinaba repercusiones de extraña sonoridad.

Los ruidos cobraban allí una extraña sonoridad.

Su eco fue de una extraña sonoridad.

Luego desembarcó en Inglaterra: personas extrañas, un lenguaje de extraña sonoridad, letreros de localidades desconocidas y una comida singular.

Ladislav Brambora, qué extraña sonoridad.

Y en el salón sonaron los golpes del martillo sobre las tachuelas del féretro, que el eco repetía con extraña sonoridad.

Había una extraña sonoridad, una irreal frialdad en la voz de aquellos hombres casi solos en la enorme sala llena de aparatos.

Él no lo había cruzado antes, estaba seguro, pues recordaría aquella mirada penetrante, así como el modo de hablar pausado y de extraña sonoridad.

Entonces escuché aquella voz, misteriosa, profunda, llena de una extraña sonoridad, la misma voz que había escuchado en mi aventura dentro de la nave.

Esas cosas ocurrían, pero en lugares remotos con nombres de extraña sonoridad, donde la vida humana, sobre todo la de los pobres, valía muy poco.