Un lema frecuentemente repetido figuraba en una especie de griegohelenístico hebraizado, y recordaba las más terribles evocaciones al demonio de la decadencia alejandrina:
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Algunos griegoshelenísticos comenzaron a darse cuenta, a finales del siglo, de lo que podía avecinarse.
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Pronto, los conquistadores romanos del mundo mediterráneo adoptaron las comodidades materiales que disfrutaban los griegoshelenísticos en Siria y Egipto.