Era geográficamente incoherente y carecía totalmente de unidad de lenguao cultura.

Llenábamos botes con tomates, garbanzos, hinojo y una hierba como espinacas que la decían lenguao.

Y que ya nadie volvió a ver al Lenguao grande.

Que nos vemos, con todas nuestras carreras y nuestras historias, como el Lenguao y la Sara.

Y el Lenguao, desesperado, con el padre muerto, llevándolo a través del huerto, cavando una fosa.

Que no está, decían el Lenguao chico y la Sara, que lo hemos llevado a un sanatorio.

Hasta que estuvieron en la pantalla al mismo tiempo la casa del Lenguao y la piscina del tío.

Que si Antoñico el Lenguao.

¿Tú, le dijo, te acuerdas del Antoñico, el Lenguao?

Así que los dos, seguía el primo, dejándose la casa, que se la quedó el banco, y saliendo para la casa del Lenguao grande.

Que el viejo se les había muerto una noche y el Lenguao y la Sara lo habían agarrado y lo habían enterrado en el huerto.