Llamo brahmín a quien pronuncia palabras pacíficas, útiles y veraces y que no ofendan a nadie.

Llamo brahmín a quien no hiere con sus pensamientos ni palabras ni acciones, sino que los domina.

Llamo brahmín a aquel para quien nada son las cosas futuras, pasadas o presentes, nada tiene y nada desea.

Llamo brahmín a quien es tolerante con los intolerantes, pacífico con los violentos y libre de codicia con los codiciosos.

Llamo brahmín a quien ha roto todos los grilletes y no tiembla con el pensamiento, sino que está infinitamente libre de vínculos.

Llamo brahmín a quien vaga sin hogar por este mundo y deja atrás los deseos de mundo, que nunca vuelven hasta él.

Llamo brahmín a quien carece de dudas en su visión y, por tenerlo todo, no anhela nada, pues ha alcanzado el inmortal nirvana.

Llamo brahmín a quien incluso en esta vida conoce el fin de la aflicción, se ha deshecho de su carga y es libre.

Llamo brahmín a aquel para quien no existe ni esta ni la otra orilla ni las dos y, transcendido todo temor, es libre.

Llamo brahmín a quien, como la luna, es puro, brillante, claro y sereno y ha abandonado el placer brindado por las cosas perecederas.

Llamo brahmín a quien no hiere a ser vivo alguno, ya sea débil o fuerte, y ni mata ni es causa de muerte.

Llamo brahmín a quien vaga sin hogar por este mundo y deja atrás la febril sed del mundo, que nunca vuelve hasta él.

Llamo brahmín a quien, pese a ser inocente, sufre insultos, golpes y cadenas, y cuyas armas son la resistencia y la fortaleza del alma.

Llamo brahmín al hombre vestido con ropa raída, delgado, con las venas abultadas y que vive solo en el bosque, entregado a la contemplación.