Los tres pares de ojos miraban arriba y abajo de la calle.

Tres indias guapas con guayucos lo miraban arriba de sus escobas.

Sus ojos miraban arriba y abajo, buscando por todas partes.

Los dos miraban arriba y abajo del parque.

Los ojos del monje, hundidos en dos círculos rojos, miraban arriba y abajo en la calle.

Los sacerdotes que miraban arriba se limitaron a volver a mirar al monje que hablaba ante ellos.

Ella e Indavara aún miraban arriba.

Carmina y Lucrecia, metidas en los juegos con ella, miraban arriba y abajo sin explicarse qué había ocurrido.

Los ojos del niño, crédulos, absortos, en un estupor beatífico, miraban arriba, asombrados, cautivados, sin saciarse, sin despegarse.

Todos miraban arriba esperando ver aviones, pero, en cambio, el rumor era cada vez más fuerte cerca del agua.

Algunos miraban arriba con inquietud.

Todos los ojos miraban arriba.

Vio una masa de caras que miraban arriba, con ojos y dientes iluminados, un pozo de almas observando maravilladas.

Los hombres, que miraban arriba, casi cegados, a la estrella, vieron que un disco negro cruzaba lentamente la luz.

Los otros miraban arriba mientras el aparato desaparecía dejando tan solo un leve brillo rojo como señal de su paso.

Kyra miró como todos los hombres de su padre miraban arriba pasmados con las bocas abiertas, agachándose, preparados para morir.