Las sábanas cambiadas a diario parecían mustiarse como las flores, como Olga.

Bien sabía lo que era mustiarse a la sombra de la infelicidad.

Ante el montículo de ropa interior empieza a mustiarse la luz.

Como la tierna paloma de la fábula, debía mustiarse al verse separada de mí.

El aire era más ligero y las hojas de los árboles empezaban a mustiarse.

Al mustiarse había adquirido un tono rojizo, que lo dotaba de una extraña belleza.

Ha visto mustiarse a su hermana, elegir a los muertos frente a los vivos.

Empezó a adelgazar y a mustiarse como una flor que nadie se molesta en regar.

Pero le impresionaron más que nunca en aquella boca que no parecía poder mustiarse jamás.

No fui capaz de conseguir que advirtieran mi presencia, excepto las plantas, que siempre acababan por mustiarse.

Basil Valentine respiró con mayor facilidad cuando la figura que tenía delante pareció cansarse y mustiarse un poco.

Se sentía como un tendero que no consigue colocar la mercancía y la ve mustiarse en los estantes.

Los infelices habitantes de los países liberados apenas estrechaban la mano de sus liberadores, comenzaban a mustiarse, a apestar.

Su nuevo sentimiento era una flor lánguida y solitaria, condenada a mustiarse prematuramente sin los cuidados de un jardinero.

En la mesa principal, en dos floreros de azul porcelana, acababan de mustiarse lacias flores, rosas tardías, girasoles inodoros.

Con enorme tristeza le veía mustiarse a mi lado de día en día, y yo me mustiaba con él.