Anselmo aún me enseñó otros tesoros, como un marfil de un feroz dragón y un portapaz de la misma textura.
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En concreto, se trata de objetos como un cáliz, varios portapaces, portaviáticos y unas vinajeras.
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Dos portapaces, aunque diferentes, entrambas de buena forma: la una tiene esmeraldas; la otra no tiene sino una labor no muy prima.
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Y no contaré los hacheros, candeleros, vinajeras, crismeras, portapaces, bandejas, aguamaniles, hostiarios, incensarios, relicarios, píxides, navecillas, palmatorias de metales preciosos, de lapislázuli y ágatas...