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Lo de las Alpujarras le seguía sonando a Berta como un tantán.
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Cuando Mueller habló, sus palabras tenían la cadencia de un tantán.
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Pensaba poner en marcha de inmediato el tantán de la selva.
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Los negros de todos los poblados la conocían gracias al tantán.
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Al final nos descalificaron por llevar el ritmo con un tantán.
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Cuando menos lo esperaba, un estridente tantán la sobresaltó.
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Efectivamente: el rítmico tantán había cesado en absoluto.
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Llevaba consigo un tantán, que era su corazón.
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Un tantán desatado por movimientos inesperados, sonidos no usuales y por tanto desconcertantes, alerta la calle.
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No, jugaban al Papa Juan, jugaban al Black Maria y al tantán, jugaban al póquer descubierto.
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Para entonces al pobre Nick el corazón le latía como un tantán tocado por un gorila borracho.
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A sus oídos llegaron algunos ruidos, el lento y hueco golpear sobre un tantán y unas voces.
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Lo pasó por todo el borde, luego dio un golpe con los nudillos en el ladrillo: tan, tantarantán, tantán.
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Imaginarse frente a toda esa gente, bailando una coreografía tan complicada al son del tantán, la hacía temblar aún más.
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Tocan el puto tantán.
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En medio de la aglomeración, ofreciendo sus folletos y repartiendo bendiciones al tantán, el Cristo de Elqui se veía jovial y campante.