Tampoco reaccionaba Sarah Portlock, que había contraído la viruelavacuna veintisiete años antes:
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Ellos eran quienes tenían más probabilidades de haber pasado antes la viruelavacuna.
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El chico no se enfermó; quedaba demostrado que la viruelavacuna inmunizaba contra la humana.
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La viruelavacuna lo había hecho inmune.
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El doctor insertó pus de una herida de viruelavacuna en el niño, que pronto desarrolló síntomas.
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Buscó entonces a un mozo enfermo de la viruelavacuna y extrajo el líquido infesto de sus pústulas.
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En 2010, en Alemania, un empleado de un circo se contagió de viruelavacuna a partir de un elefante.
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El doctor había descartado la posibilidad de transportar vacas inglesas infectadas por viruelavacuna por lo complicado que era.
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Así que, inoculando el virus de la viruelavacuna en los hombres, la humanidad inició el camino de la vacunación.
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Creo recordar que en algún momento discutimos sobre la conveniencia o no de inocular el virus de la viruelavacuna a mujeres gestantes.
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Observó que Joseph Merret, que se había contagiado de viruelavacuna cuando trabajaba en una granja, no reaccionaba años después a la variolización.
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Irónicamente, la viruelavacuna no se puede erradicar, porque puede afectar a muchos animales domésticos y salvajes, y por tanto seguirá habiendo contagios humanos.
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Cuando en 1796, un rebaño de vacas local se infectó con viruelavacuna, Jenner aprovechó la oportunidad para un experimento de ética altamente dudoso.
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Encontró a una nodriza, Sarah Nelmes, con una leve infección de viruelavacuna y Jenner hundió su escalpelo en una pústula de su mano.
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Decidió usar las costras de vacas con viruelavacuna en James Phipps, un niño de ocho años, con retardo e hijo de su jardinero.