Roma necesita su saludable acerbidad y una infusión de su salubre vigor.
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Había cierta acerbidad en sus palabras, tal vez no del todo inconsciente.
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Pero, ¿consiguió Greeley, con esta acerbidad, que Lincoln estuviera de acuerdo con él?
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La acerbidad, la ironía, la culpa de su vida parecían inexistentes.
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El polvo prendía en brillantes fumaradas espirales que abrasaban su aliento con su penetrante acerbidad.
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Con una repentina y espantosa acerbidad fui consciente de la gatuna perfección de su delicado cuerpo.
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Sobre Chenufsio cayó la acerbidad de una tragedia, más sombría que los negros ropajes del sacerdote.
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Le afrentaba con acrimonia acerbidad, echándole en rostro lo que sabía del cuitado que intentó ofenderla.
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El señor Leonard casi se puso las manos sobre los oídos para escapar a su intolerable acerbidad.
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Pasaron los tiempos del amor y de la bienandanza, reemplazados por tiempos de acerbidad y de amargura.
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Madrid perdía un alcalde y cerraba una época amable en su acerbidad pero devastadora en sus consecuencias inmediatas.
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Toda paz se trueca en guerra, y todo dulzor o en ásperos empalagos o en acerbidad y amargura.
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Pero los acosadores no cejaban en su empeño, acrecentándose su acerbidad y su violencia al prolongarse el juego.
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Un toque de disonancia en las armonías lidias comunicó tal acerbidad a la beatitud, que se hizo casi insoportable.
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Al reemprender la marcha se acentuaron sus temores, porque vio la hosca acerbidad de alma que ocultaban los pechos de los guerreros.
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Blasfemando ferozmente no contestó a la pregunta de Chane, aunque su profanación fue respuesta bastante para embotar la acerbidad del desbravador, que replicó: