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Escrutó el sendero sin barrer, más allá del lecho de cañacoros.
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Plantó cañacoros en la verja trasera, junto con salvia azul y violetas africanas.
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Miraron los cañacoros y hablaron de esto y lo otro.
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Cuando su cabeza apareció entre los cañacoros, vio a Savita y la lata de agua.
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Como tampoco le sobraba estabilidad al caminar, trastabilló y cayó en un lecho de cañacoros amarillos.
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Fue a hurtadillas hasta el lecho de cañacoros.
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En el jardín delantero había plantados unos cañacoros, tan lánguidos que dirías que alguien los había pisoteado.
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El municipio había hecho construir unos parterres, en los que estaban a punto de sembrar cañacoros y begonias.
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Los huertos, los pastos, los bosquecillos de palmeras, de cañacoros y naranjos estaban rodeados de canales, cuidadosamente mantenidos.
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En el arriate de los cañacoros, el gato, agazapado, levantó la cabeza, mostrando unos ojos amarillos que no parpadearon.
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Plantó cañacoros en un rincón al que quería dar un aspecto espectacular, consuelda y prímulas donde quiso añadir un toque de encanto.
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Comen bichiques (parrillada de pescado con buen gusto), acras de bacalao y langostas a la vainilla entre cañacoros dorados y rojos.
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En los parques provinciales los bancos permanecen casi todo el tiempo vacíos durante las mañanas laborables, junto a macizos repletos de cañacoros y margaritas.
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Unas rosas demasiado abiertas, las adormideras rojas, los primeros cañacoros con gargantas de rubíes y los dragones sombríos, ardían en ramos aislados en el césped.
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Se levanta y se va hacia el parque, los árboles, la hierba, las petunias, los cañacoros, los miosotis bajo el musgo, está buscando los colores.
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Uno se sorprende al descubrir de pronto un girasol o un cañacoro en flor.