Muy proclive al acaloramiento, no se acostumbraba a sentir su cuello oprimido.

Está sufriendo bajo las fauces de la bestia, con el cuello oprimido, sin poder respirar.

Mientras tenía el cuello oprimido y la lengua fuera, le preguntaban cuánto tiempo quería ser rey.

Era alto, delgado, iba vestido todo de negro, con el cuello oprimido por una tirilla recta.

Llevaba el cuello oprimido por una cinta de cuero y tenía la cara roja y brillante por el calor.

Don Gabriel guardó silencio mientras se abrían paso, graves y altivos, con el cuello oprimido por la camisa y el corbatín.