Aquella noche me tomé tres pastillas de diacepam para dormir de un tirón.
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Encontré el diacepam en el baño, me tragué cuatro tabletas (necesitaba perder el mundo de vista).
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O diacepam, o ruticé, o artane.
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Después aparecieron las benzodiacepinas Valium, Diacepam, Rohipnol..., cuyos síndromes de abstinencia eran un peligroso cóctel de temblores, náuseas, anorexia, insomnio, depresión y crisis convulsivas.