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Y en el centro, sobre su pedestal, la enorme figura orante.
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La figura orante parecía crecer sobre el pedestal.
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Acercándose sigilosos a la pequeña figura orante.
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A su lado caminaban también otros monjes, cuyas figuras orantes protegían del polvo a quien allí viajaba.
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Además, una pintura de figuras orantes refuerza el carácter oficial del documento y lo pone bajo la protección divina.
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(De hecho, era exactamente como la maraña de hojas que tenía en la cabeza la figura orante que me había dibujado el curandero indonesio.)