Un viento gemidor, helado, baja de las altas y nevadas cumbres.
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Hacíanle gestos trágicos los negros picachos y alargaban un llanto gemidor los pajonales.
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Hasta que oyó el relincho larguísimo y gemidor.
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Contra el azul del cielo se recortaban las altas copas de los pinos, mecidas por el viento gemidor.
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La luna se ocultaba en el horizonte, el camino obscurecía lentamente, y en los pinares negros y foscos se levantaba gemidor el viento.
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La luna se ocultaba en el horizonte, el camino oscurecía lentamente, y en los pinares negros y foscos se levantaba gemidor el viento.
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Con su lento silabeo parecía que después volviese a poner la cáscara triste sobre el gemidor barniz de la mesa del maestro, recién pintada.
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Pericas gemidoras en los barrancos.
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No necesitábamos místicos, ni extáticos, ni lamentadores, ni gemidores, ni saltarines, ni cantantes; solo necesitábamos trabajadores, granjeros, maquinistas, ingenieros, constructores.
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Convidan a ellas los campos engalanados por la primavera, y siempre enflorecidos, con sus árboles de frondosas ramas y sus palmeras gemidoras.
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¡Gemidor sin gratitud, buscón de paternalismo!...
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Con las manos a la espalda, pisando cuidadoso planos y documentos, zonas de polvo, tablas gemidoras, comenzó a pasearse por la enorme oficina vacía.
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Recorrieron grandes salas dejando a ambos lados largas hileras de cuerpos gemidores y atormentados, escrutando rostros magullados y quemados sin ver a nadie conocido.
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En el despacho, sobre el escritorio, quedaron las jaulas doradas con las ratas gemidoras, lloraban por acercarse al queso moviéndose de un lado a otro.
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¡Exhala pues al viento gemidor, banda de música melancólica, tu lamento hecho de todos los suspiros que profiere el insatisfecho corazón humano!
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-Telo voy a contar, a ver cómo te lo explicas tú -temblósu voz, como hilo gemidor de antigua fuente, casi seca-.