Empezó a usar un perfume que parecía una ráfaga oriental de inciensos quemados.

Le dieron las dos de la madrugada, embriagada entre el olor de los inciensos quemados y el atento silencio de su interlocutor.

Retiré toda la cera y las velas gastadas, la comida y el vino y limpié bien los restos de ceniza de los inciensos quemados.