La televisión transmitía enlatados centroamericanos y, para peor, el volumen tenía que estar bien bajito, casi inescuchable.
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En ese tiempo, Beefheart publicó lo inescuchable, tocó con lo inutilizable y permaneció en el anonimato para los grandes públicos.
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Las posibilidades de grabación como medio por derecho propio se hicieron obvias inmediatamente, pero mis primeros experimentos eran más bien inescuchables.