Allá van leyes donde quieren los reyes: no digo sino los malos ministros.

Los malos ministros, por lo que han tomado, alojan con el mal ladrón.

Dejan todos los asuntos en manos de malos ministros.

Nunca dice: "Aquel tuvo buenos o malos ministros", sino: "Aquel fue buen o mal artífice".

De cada uno tiene quejas y advierte que "no habrá tolerancia con los malos ministros".

Como dos excombatientes que se reencuentran, evocan los inconvenientes del cargo: los malos ministros, las vacaciones, los ataques.

Este, tuerto, de fláccidas mejillas, bebedor e indolente, debía precisamente su alto cargo a la protección de los malos ministros.

Quiero decir que alguna vez los malos ministros della se hacen a una con los delincuentes, para que todos coman.

Sepan que yo tengo que hacer reforma de malos ministros y desterrarlos a todos por inútiles y ociosos donde hay médicos.

Los ministros que cambian constantemente son un mal; pero hay algo peor, que son los malos ministros los que no cambian nunca.

Y fue precisamente en nombre de esa libertad por lo que empezaron su lucha contra los malos ministros y contra el mismo rey.

No faltaban en ella ni los bribones, ni los malos médicos, ni los malos sacerdotes, ni los malos soldados, ni los malos ministros.

"Te he explicado esto, ¡oh, rey!, para que sepas que los malos ministros no tienen buenas intenciones ni buenos deseos hacia su rey.