Olía a tomillo, o a mejorana, algo verde y ligeramente amargo.

Olía a tomillo, a romero, a todos los perfumes del bosque.

Olía a tomillo, romero y salvia, y también a eneldo, cilantro, clavo y nuez moscada.

Olía a tomillo, a jara, a espliego.

Olía a tomillo, pero también a lúpulo, que era un cultivo que entonces se producía en aquellos pueblos.

Olía a tomillo salvaje, una rima del mundo pastoral que perdiera cuando Morgeu lo libró a estos molinos ardientes.

Olía a tomillo, aunque probablemente debía de ser algo muy distinto; el olor se convirtió de pronto en un aliento de lo desconocido.