Benítez confirma con un expresivo gesto la suposición del quincallero y añade:

El hombre había hablado en lengua turco-griega, que el quincallero comprendía perfectamente.

Yo había sido quincallero y había nacido en una casa de vecinos.

Frotándose las manos, el quincallero sonrió con orgullo e hizo varias reverencias.

Al quincallero le compré dos libros con láminas de colores, para enviárselos.

Tenía que haber un quincallero en Roma que todavía permaneciera en su establecimiento.

Se lo gané a un quincallero en una partida de naipes.

Recuerda que cuando lo conociste no era más que un quincallero.

Aquí y allá se alzaba la voz de algún quincallero voceando sus bagatelas.

La cruzó sin prisas, caminando tras la ruidosa carreta del quincallero.

Éranse tres curiosos amigos: un gitano, un quincallero y un desertor.

El pintor no era otro que Diego Bernuy y el quincallero, Esteban Cánovas.

Pero, un día, el quincallero les dijo a los otros dos:

Se sentaron los tres y, al poco rato, dijo el quincallero:

Yo fui quincallero antes que él, y antes la tienda había sido mía.

O que Marcial el quincallero tiene un hijo en la cárcel.