Sin embargo, Rusk estaba sudoroso, aunque ignoraba qué le provocaba aquella transpiración.

En el pasillo hallé a la señora Rusk trajinando con la doncella.

Rusk se volvió rápidamente para mirarla y le lanzó una sola palabra:

Rusk le miró ahora por primera vez y dijo con voz amable:

Tal hizo un gesto hacia la mesa, y Rusk encontró la llave.

Brian Rusk no devolvió la sonrisa; su rostro no mostraba ninguna expresión.

Rusk se juró a sí mismo no volver a venderse a domingueros.

La señora Rusk, Dios la bendiga, no sabe lo que se dice.

Dean Rusk propuso que Bobby fuera un poco más allá con Dobrinin.

Es mi institutriz..., una institutriz de perfeccionamiento, según dice la señora Rusk.

Rusk no los veía humanoides, sino más bien extrañas caricaturas del hombre.

Rusk le estudió unos instantes con ojos inescrutables, y luego se levantó.

Rusk, que fumaba en pipa, echó un par de bocanadas de humo.

Hola, señora Jerzyck, soy Brian Rusk, del otro lado de la manzana.

En eso, Cora Rusk le dio un pequeño golpecito en el hombro.

Llamó a Bob Rusk, que se encontraba al otro extremo del bar.