Dijo algo por encima de su hombro en su pésimo acento levantino.

Tenía acento levantino: dejadlo ya, muchachos, no olvidéis que sois mis invitados, decía.

Era una voz muy marcada con el acento levantino-

Y un acento levantino que no acababa de situar.

Había aprendido nuestra lengua con bastante facilidad, a pesar de que conservaba un ligero acento levantino.

Fátima volvió a mirarle, desde sus largas pestañas, y le susurró tímidamente en lengua sarracena con gracioso acento levantino:

En nave de ajena nación, en cuyo puente se oían extraños y oscuros acentos levantinos, navegó toda la vuelta de Fenicia y las Sirtes.