Ella miró burlonamente el prado y el pequeño puente alrededor del cual se apiñaban las casas.

Aquí se apiñaban las casas, tristes edificios con las cortinas corridas para que no se filtrasen luces.

Abajo, en el valle, se apiñaban las casas pequeñas y marrones de los pueblos de Utande y Muduex.

Al otro se apiñaban las casas de inquilinato, los mercadillos y los talleres, con algunos solares vacíos, todavía sin ocupar.