Opotkin era un arribista social sin éxito que organizaba fiestas agónicamente tediosas.

Claro que otros dicen que ha sido por mi interés de arribista.

En realidad, siempre fue un audaz arribista que medraba en el caos.

A Cayetano le pareció que el Conde era definitivamente un arribista social.

No debía permitir que ningún arribista de segunda fila arruinara su vida.

Habrá que ver cuánto tarda José Napoleón en cansarse de tanto arribista.

Este arribista va tras el honor y la fama a mis expensas.

Siempre había sabido que era un arribista, pero no hasta aquel extremo.

Dalí es un exhibicionista y un arribista, pero no es un fraude.

Ese arribista sin ideología solo servía a Stalin, pero al Stalin dictador.

Es un arribista ambicioso y sin escrúpulos, con prisa por quemar etapas.

No era alguien situado detrás de las líneas, un arribista con ambiciones.

Scarlett era, a mi modo de ver, una ignorante y vana arribista.

Pero el buen arribista siempre busca círculos influyentes en los que medrar.

Cada colaborador, o colaborador a medias, agente, ejecutivo, financiero fracasado o arribista.

De vez en cuando pasaba algún cacto, un raro arribista de éxito.