Estaba demasiado lejos para verle la cara, ni siquiera con ayuda del anteojo.

Allí, sentado en la extremidad, no cesaba de recorrer el horizonte con ayuda del anteojo.

Ni siquiera con ayuda del anteojo pude reconocerlo a esa distancia, ya que aún persistía una cierta niebla.

Con ayuda del anteojo vi que no eran menos de treinta, que acababan de encender una hoguera y aderezaban allí sus alimentos.

Se acercó al roble grande; tenía una expresión abatida; con ayuda del anteojo no le cupo duda de que la expresión era, efectivamente, abatida.

Aun el calmoso teniente, saliendo de su habitual cachaza, se había encaramado a la cofa del trinquete para explorar las aguas con ayuda del anteojo.

Lo que sus ojos no hubieran podido apreciar por sí solos, lo había visto Frik con ayuda del anteojo del buhonero...