No se puede estar en paz al lado de una buena moza.

A sus trece para catorce, Angelita era ya una buena moza serrana.

Con traje femenino hubiera sido una buena moza: ¡qué cara tan bonita!

Encontró trabajo pero también una buena moza bilbaína, doña Carmen, mi madre.

Sin duda, una buena moza que había encontrado un buen partido.

Pero Atalia Santi era distinta: distinguida de aspecto, bien educada, y buena moza.

Siendo generosos en el eufemismo, podríamos decir que era buena moza.

Ahora, mi buena moza, relátame todo lo que te ha sucedido.

Sus pies herían el suelo con todo el peso de la buena moza.

Muchos la consideran a usted guapa y buena moza, y qué sé yo.

Era una zagala de Alguazas, buena moza y de formas exuberantes.

Fortunata, buena moza, mire usted quién está aquí, despierte y verá.

Alta, más bien buena moza, veinticinco o veintiocho años, muy judía.

Pero no tengo valor para ser duro con una buena moza como tú.

Pero descuida, buena moza, que no pretendo abrumarte con mis penas.

Hacéis una boda callada, y a esperar un heredero de la buena moza.