La camella blanca estaba allí, pero nadie la montaba en esta ocasión.

Una camella blanca, como la que el Profeta montaba cuando regresó a La Meca.

Casiopea había subido a su camella blanca, con los flancos todavía negros de hollín.

En mis sueños aparecía Mahoma montado en al-Qaswa, su camella blanca, y reía aliviado al encontrarme allí.

Yaqub entró en Marrakech en cabeza de la columna, tras el sagrado Corán transportado por la camella blanca.

Observó de reojo la mirada encendida de su heredero, fija en la camella blanca y en su sagrado bagaje.

Al terminar el festival un jurado popular entregará como premio a la mejor película una camella blanca, como reconocimiento del pueblo saharaui.

Sonó una segunda vez, y cuando lo hizo la tercera, la camella blanca asomó a la vista, guiada por un sirviente a pie.

Tobías, muy pálido en lo alto de su camella blanca, se dio la vuelta en la silla como pudo, con la ayuda de sus guardias.