El ucraniano había palidecido intensamente, y sus pupilas parecían dos canicas negras.

A través de las gafas sin montura, sus ojos parecían canicas negras.

Tenía las pupilas tan dilatadas que sus ojos parecían dos canicas negras.

Tenía la cabeza aceitada y lustrosa, y los ojos como canicas negras.

Uno de los baúles cayó y se abrió, desparramando cientos de canicas negras.

Su piel había sido disecada y los ojos reemplazados por dos canicas negras.

Cosidos a la tela, dos ojos que eran canicas negras se abrían, desmesurados.

Sus ojos eran líquidas canicas negras y su voz atronaba desde el mismo inframundo.

Era como mirar en las profundidades de unas canicas negras.

Veo que alrededor de mis tobillos hay canicas negras, quietas.

Poupchette me miró con aquellas dos relucientes canicas negras.

Sus colmillos descendieron; sus pupilas se dilataron hasta que sus ojos eran unas canicas negras.

Sus ojos eran como canicas negras, abismos sin fondo.

Calvin tenía unos ojos como canicas negras, perfectamente enmarcados por sus gafas de aro metálico.

Clavados en medio de tanta grasa, dos ojos chispeantes redondos y duros como canicas negras.

Abrió los ojos ante las canicas negras del perro.